
Las elecciones generales del 2026 se perfilan como una etapa crucial para el futuro de la democracia en el Perú. Estos comicios no solo definirán nuestro rumbo político, sino que pondrá a prueba nuestra capacidad para superar las divisiones y lograr una mayor cohesión en un país marcado hasta ahora por una profunda desconfianza hacia las instituciones y un escenario político fragmentado.
Fragmentación política y cuestionamientos a las instituciones
Uno de los principales riesgos que se avizoran es el aumento de la división política. Actualmente, existen 39 partidos inscritos, pero se estima que esta cifra podría superar los 50 antes de los comicios. Este fenómeno no solo diluye el voto ciudadano, sino que también incrementa la probabilidad de que se repita el escenario del 2021, en el que candidatos con apenas un 8 % o 9 % de apoyo popular pasaron a la segunda vuelta.
Además, Álvaro Henzler, presidente ejecutivo de la Asociación Civil Transparencia, advierte sobre la posibilidad alarmante de intervención por parte del poder legislativo en los procesos electorales y políticos, lo cual podría determinar un fraude y la degradación de nuestros organismos autónomos como el JNE y la ONPE.
En este escenario, surge la preocupación de que estas acciones solo contribuyan a aumentar la percepción de desconfianza. En ese sentido, la crisis moral que afecta a las autoridades de los tres poderes del Estado, muchas de las cuales están cuestionadas por casos de corrupción y serios problemas de ética, agrava aún más la situación. ¿Cómo podemos avanzar como sociedad si las figuras encargadas de liderar carecen de la legitimidad moral para hacerlo?

El impacto de la tecnología en un entorno polarizado
La creciente polarización política que vivimos desde las elecciones del 2021 encuentra en la tecnología un nuevo campo de batalla. Francho Barón, Director del Máster en Periodismo Multiplataforma, menciona que la IA promete jugar un papel determinante, tanto positivo como negativo. Por un lado, podría ser una herramienta poderosa para combatir la desinformación mediante el desarrollo de sistemas de verificación de hechos (“fact-checking”). Pero también podría ser utilizada para la creación de contenido engañoso, como los “deepfakes”, capaces de sustituir el trabajo esencial de periodistas y manipular la percepción pública.
El uso indiscriminado de redes sociales, un escenario que ya vimos en elecciones pasadas, podría exacerbar estos problemas. Plataformas como Facebook, X (antes Twitter) y TikTok se han convertido en espacios propicios para la difusión de información falsa o sesgada, lo que dificulta aún más el discernimiento de los votantes. Por lo tanto, es urgente que tanto las autoridades como las mismas plataformas digitales asuman un rol más activo en la supervisión y regulación del contenido, garantizando así que la ciudadanía reciba información veraz y equilibrada.
Medidas urgentes para fortalecer la democracia
Ante estos desafíos, es imperativo que tanto las autoridades como la sociedad civil tomen medidas concretas para salvaguardar la democracia. En primer lugar, se necesita desarrollar y perfeccionar herramientas tecnológicas capaces de detectar contenido falso con mayor rapidez y eficacia. Esto requiere la colaboración entre el sector público y privado, así como el fortalecimiento de las capacidades de las organizaciones dedicadas a la verificación de información.
Por otro lado, Erick Iriarte, abogado especialista en derechos digitales, expresa que es fundamental promover la educación digital y mediática entre la población. Educar a los ciudadanos para identificar contenido de dudosa procedencia y cuestionar las fuentes de información es una herramienta clave para reducir el impacto de la desinformación. En este esfuerzo, los medios de comunicación también tienen un papel crucial que cumplir: deben asumir con responsabilidad su rol de informadores y evitar caer en la tentación de priorizar el sensacionalismo sobre la verdad.
Por último, es vital garantizar la independencia y transparencia de las instituciones electorales. La intromisión política en organismos como el JNE o la ONPE pone en riesgo la credibilidad del sistema electoral. Asegurar que cuenten con los recursos necesarios para desempeñar su labor de manera imparcial y eficiente es una tarea ineludible, pues solo con instituciones fuertes y confiables podremos garantizar elecciones limpias y legítimas.

El futuro de la democracia está en nuestras manos
El panorama que se presenta para las elecciones del 2026 es complejo, pero no insuperable. La democracia, como sistema de gobierno, ha demostrado ser resiliente frente a múltiples crisis a lo largo de nuestra historia. Sin embargo, su continuidad depende de la capacidad de los ciudadanos, las autoridades y las organizaciones de trabajar juntos para enfrentar los riesgos y aprovechar las oportunidades que se presentan. Esta es una oportunidad para reflexionar profundamente sobre el rol que cada uno de nosotros debe asumir en defensa de la democracia. Es momento de actuar con responsabilidad y visión de futuro. La democracia no se defiende sola: somos nosotros quienes debemos garantizar que siga siendo el pilar fundamental de nuestra sociedad.
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