Stranger Things: el adiós a Hawkins y al fenómeno que marcó a una generación

Arte: Valeria Fernandez

Por años, pocas series han logrado capturar el pulso cultural con la precisión, y la nostalgia, con la que Stranger Things lo hizo. Ahora, con el estreno de su temporada final, nos enfrentamos no solo al cierre de una historia, sino también al fin de un fenómeno que moldeó la conversación global alrededor de la televisión, la amistad y el poder de la cultura pop.

Cuando se estrenó en 2016, Stranger Things apareció silenciosamente, pero lo cambió todo. Recuperó la estética ochentera desde un lugar de afecto, no de parodia. Resucitó el encanto del misterio adolescente, mezcló la ciencia ficción con el terror clásico, y sobre todo, nos fue una experiencia compartida que, en plena era del streaming individualista, parecía haberse perdido.

Hawkins se convirtió en más que un escenario: fue un refugio emocional. Con sus bicicletas, luces navideñas, sintes electrónicos y niños que maduraban entre monstruos metafóricos, y literales, la serie le recordó a toda una generación lo que significaba crecer con miedo y valentía al mismo tiempo.

Mike, Eleven, Dustin y compañía se volvieron parte del imaginario colectivo, y no solo para quienes vivieron los ochenta: también conquistó a quienes buscaban un universo reconocible en medio de tanta sofisticación narrativa contemporánea.

Pero el verdadero legado de Stranger Things va más allá de su estética. La serie demostró que una historia puede ser profundamente nostálgica y, aun así, hablarle al presente. Supo conectar con las angustias actuales: la sensación de que hay un “otro lado” que amenaza nuestra normalidad, la incertidumbre de un mundo que cambia demasiado rápido, la necesidad urgente de sostenernos en la amistad cuando todo se desarma. 

Quizá por eso nos aferramos tanto a Hawkins; porque, en el fondo, todos hemos tenido nuestro propio “Upside Down”.

El adiós a Hawkins es, en realidad, el adiós a una era del streaming: aquella en la que un grupo de niños con walkie-talkies y una niña con poderes psíquicos podían unir a millones de espectadores alrededor de una misma intriga. No sabemos si volveremos a vivir un fenómeno así. Quizá no. Pero, como toda buena historia que marca a una generación, Stranger Things se despide del mismo modo en que llegó: recordándonos que incluso en la oscuridad más densa, siempre habrá lugar para una luz parpadeante que nos guíe a casa.

Mayralejandra Aguirre

Estudiante de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Redactora periodística en Departe.

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