El problema del antropocentrismo: ¿Son los animales inferiores al ser humano?

Los retos de Internet hallaron su caldo de cultivo en plataformas de video como YouTube, creada en 2005. El objetivo, desde entonces, siempre ha sido el mismo: obtener popularidad y fama. Incluso, existen casos en los que creadores de contenido han perdido la vida buscando la fama o tratando de aumentar su número de seguidores.

Desde casos de asfixia por intentar pasar un preservativo por las fosas nasales y sacarlo por la boca, hasta muertes por desafiar a la altura con acrobacias en picos de montañas. Hoy en día, con las transmisiones en vivo de TikTok, los retos han evolucionado y se han masificado a un nivel sin precedentes.  

Hemos llegado al punto en que poner la vida en riesgo se ha convertido en una fuente de ingresos, y ahora se involucra también a los animales. Semanas atrás, unos jóvenes tiktokers ingresaron al Zoológico de Huachipa para perturbar la tranquilidad de los animales arriesgando su propia vida, con el objetivo de obtener regalos que valen dinero real en TikTok. Por suerte, nadie resultó herido, pero este tipo de situaciones evidencia la falta de pensamiento crítico sobre nosotros mismos y sobre nuestra relación con los animales, y constituye un problema cultural y educativo que parece crecer rápidamente con el paso del tiempo. 

Por ello, es preciso traer a colación la cuestión del antropocentrismo moral. Se le llama así a la postura que ubica al ser humano en el centro del universo, como si fuera superior a todas las demás formas de vida, muy cerca de Dios. El antropocentrismo moral nos ha hecho creer que los humanos somos mejores que los animales y que tenemos el derecho de dominarlos y explotarlos. 

Esta clase de especismo se ve en nuestro consumo desmedido de carne, en algunos circos, en la industria de la moda, en la tauromaquia y en las peleas de gallos. Incluso se podría decir que el hecho de encerrar animales en zoológicos y privarlos de su libertad es, desde ya, una manifestación del antropocentrismo. De esta manera, al considerarnos seres superiores moralmente, hemos justificado la explotación y el sufrimiento de los animales, desestimando así la importancia de sus vidas. Si esta situación no es reflexionada, el «sentido común» nos lleva a considerar a los animales como medios para nuestros fines que han venido al mundo solo para satisfacer necesidades humanas. Desde niños nos han enseñado que la vaca es buena y generosa, porque nos da la leche, de grandes muchos creen que cierta clase de gallos nacieron para desatar su furia y gallardía sobre otro gallo: le inventamos un sentido de vida a los animales, asumimos que está en su naturaleza el ofrecerse a nosotros para que los condenemos a una vida limitada en tiempo y espacio para satisfacer nuestras necesidades.  Este tópico no se suele discutir en la mesa de casa. Es preciso promover el debate sobre este problema especista, pues podría despertar en nosotros cierto grado de responsabilidad hacia los animales no racionales, algo que en general no ocurre. Además, es vital reflexionar sobre la postura del antropocentrismo moral y tener una visión más respetuosa y equilibrada de nuestra relación con el mundo animal. 

No se trata de dejar de comer carne o dejar a nuestros perros en libertad, sino de ser conscientes y tener siempre presente que compartimos un mundo con ellos, así como la capacidad de sufrir y sentir placer. Debemos reflexionar sobre la crueldad implicada en tradiciones culturales como las corridas de toros o las peleas de gallos y perros. El desafío es construir un futuro donde el respeto por la vida animal se vea reflejado en nuestros discursos, acciones y maneras de pensar.

Nicolás Moreno

Bachiller en Filosofía de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Redactor periodístico de Departe.

Autor


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *