“En ningún momento me sentí cómodo, siempre sufrí por estar ahí, les llamaba llorando a mis padres”, “Los encargados querían que entrenemos dos o tres horas cuando nos daban un vaso de gelatina con una galleta soda”.
Estas palabras representan el sufrimiento que vivió el exjugador de Reserva de fútbol profesional, Aldo Zamora, quien desde finales de febrero hasta inicios de septiembre del 2022 lidió con condiciones de vida inadecuadas que distan de lo que el imaginario colectivo nos dice de la vida de un futbolista. Aldo es solo uno de los tantos casos que hay en nuestro país.
“Vivíamos de cuatro, hasta siete en algunos cuartos. Eso era increíble, cómo teníamos que ingeniarnosla para vivir. Era supervivencia”.
Aunque parezca irracional, Aldo pasó esos casi 8 meses en una habitación de 9 m2 con otros tres compañeros, sin un espacio para poder descansar cómodamente, ordenar su ropa e implementos de deporte. Y aunque parezca de película: “Tuvimos que empezar a cocinarnos para satisfacer el hambre, con una sartén eléctrica en la habitación y gastando más dinero del que ya pagábamos”.
Él proviene de Chontalí, Jaén, Perú, y su familia se dedica al cultivo de café. Sus ingresos son escasos, por lo que su sueño de jugar al fútbol, más allá de la pasión, se orientó siempre a darle lo mejor a su familia. Siempre estuvo convencido de lo que sería en un futuro, y para ello se esforzó siempre. Fue convocado a la selección peruana de fútbol en la categoría sub 15, y en base a su dedicación y constancia ha buscado siempre lograr ese sueño, el cual, a veces, por factores externos, se ve lejano.
Según el diario La República, jugadores de Reserva de equipos importantes como Universitario de Deportes o Alianza Lima, pueden percibir, por su contrato profesional, un sueldo de entre 300 y 1000 dólares mensuales. Sin embargo, la gran mayoría de los jugadores de Reserva de fútbol profesional como Aldo aún se dedica al fútbol sin recibir remuneración alguna, costeando en la mayoría de los casos sus propios gastos de alimentación y estadía en la localidad en la que juega su equipo, con un pago mensual al club.
La desagradable sorpresa en este escenario es que a cambio reciben malos tratos y no se cumplen los servicios que deberían estar incluidos en el pago.


El Torneo de Promoción y Reserva
El fútbol profesional en Perú consta de tres etapas. Las divisiones menores, la Reserva y el equipo profesional que, entre Liga 1 y Liga 2, son en total 33 equipos. Las divisiones menores cuentan con las categorías sub13, sub14, sub15, sub16, sub 17 y sub 18, que participan en un campeonato llamado el Torneo Élite-Federación. Un jugador, al cumplir los 18 años, está preparado para jugar en un equipo de Reserva.
La Reserva es probablemente la etapa más decisiva del futbolista, es el paso previo al debut en un equipo profesional. En esta etapa se promueven jugadores jóvenes con talento al primer equipo para que exista un constante cambio generacional. El torneo que une los 33 equipos de Reserva en nuestro país se llama Torneo de Promoción y Reserva, que inició en el año 2010.
De acuerdo con cifras de la propia Federación Peruana de Fútbol (FPF) del 2022, ente encargado de organizar estos campeonatos, así como velar por el bienestar de los jugadores, existen aproximadamente 130,000 futbolistas en categorías menores (divisiones menores y Reserva) en nuestro país y un aproximado de 8000 equipos que participan en estos torneos.
Al igual que todos sus compañeros, Aldo pagaba una mensualidad de S/. 500 al Santos FC. Este dinero debía cubrir hospedaje, alimentación, hidratación, equipos y espacios deportivos para entrenar. Este pago se repite en la mayoría de los equipos de Reserva, pues como menciona el ex entrenador del equipo de Reserva del Sport Boys, Germán Pinillos: “solo equipos grandes como la U, Alianza Lima o Cristal pueden costear estos gastos. El resto tenemos que arreglárnosla”.
El artículo 8 de la Ley N° 26566, que vela por el régimen laboral de los jugadores de fútbol, indica que todo club debe velar por mantener un servicio médico y social para atender a los futbolistas, así como tener lugares de concentración y campos de juego con condiciones adecuadas, higiene y comodidad. Pero ¿quién protege a quienes aún no tienen contrato?
Pamela Ríos, periodista deportiva, aclara lo siguiente: “Un jugador de reserva debería tener el mismo entrenamiento y cuidado de un jugador profesional (…) Cuando conversé con jugadores de Reserva, desconocen mucho sobre aspectos de la alimentación, sobre las proteínas y carbohidratos que deben consumir. Es algo que los clubes no imparten, no educan, son muy pocos los que hacen hincapié en los descansos adecuados, en la nutrición, en el acompañamiento de su formación”.
El calvario empieza
Aldo llegó al equipo de Reserva tras ya haber debutado en el primer equipo de Santos FC de Nazca, en el departamento de Ica, en el 2021. Sin contrato profesional, tuvo que volver a jugar en la división anterior del mismo club. “Fui más que todo por continuidad, porque también sentía que podía tener una segunda oportunidad allí”, cuenta.
Y sucedió lo contrario. La Reserva estaba a cargo del señor Germain Calderón Castillo, quien era dueño del equipo. Debía velar por el bienestar, alimentación, espacios de preparación, y todas aquellas necesidades que un jugador semi profesional (aquel que no tiene contrato en primer equipo, pero que ya está vinculado a un club por una firma) requiere para exigirse al máximo y rendir de la mejor manera.
Los ocho meses que vivió allí, padeció por la mala alimentación brindada, pese a estar al día en sus pagos mensuales. “Los encargados querían que entrenemos dos o tres horas cuando nos daban un vaso de gelatina con una galleta soda”, recuerda con indignación el jugador.
“Aparte de no alimentarme bien, estar alejado de la familia, eso me hacía sufrir mucho”. “La primera semana no paré de llorar”.
José Luis Gonzáles, quien fue preparador físico y fisioterapeuta de aquel equipo, vivió bajo el mismo techo con los jugadores y cuenta que como parte del plantel nunca estuvo de acuerdo con los malos tratos que recibían los jugadores: “nosotros discutíamos porque los jugadores debían tener una buena alimentación y no la había. No me agradaba que desayunaran galletas y gelatina todos los días o sopa en las cena”.

Aldo comenta que, en la última etapa de la competencia, tras los entrenamientos, el equipo dejó de brindarles agua para hidratarse. “Llegué a un punto en el que yo me iba a desmayar en pleno entrenamiento”. Nazca es una ciudad caracterizada por la gran presencia de sol, con temperaturas que pueden superar los 33°C, por lo que la hidratación es clave para evitar cualquier tipo de descompensación.
El otro lado de la historia
“La alimentación estaba programada para desayuno, almuerzo y cena dentro de la medida de las posibilidades que nosotros teníamos”.
“Se rentó la casa para que todos puedan tener la comodidad de estar en un solo lugar, hacer esa convivencia invaluable”.
Estas fueron las respuestas de Germain Calderón, ex gerente de la Reserva del Santos FC de Nazca, cuando se le preguntó sobre lo que recibían los jugadores durante cada día por ocho meses.
La tranquilidad en los jugadores era imperceptible, y ni siquiera parecía existir un plan de alimentación mínimo, todo ello a pesar de que pagaban una mensualidad que según Germain era equivalente a 100 dólares y debía “financiar el proceso”: “Debía cubrir el alquiler de la casa, los servicios, a los profesores, al jefe del equipo, a la señora Marisela (psicóloga), a Junior Espinoza (cocinero del equipo), materiales, la alimentación”, señala Germain.
Cabe recordar que tanto Aldo como el preparador físico mencionaron que la alimentación se basaba en un desayuno con una galleta soda y un vaso de gelatina, y una sopa de cena, contrario a lo que Germain propone como una alimentación programada. Aldo incluso agrega lo siguiente: “El cocinero se fue un mes antes del cierre del campeonato por falta de pago, por lo que la señorita Marisela empezó a cocinar”.
El club no apoyó a la Reserva con presupuesto alguno, y por ello Germain tuvo que hacerse cargo del equipo con su propio dinero, e incluso afirma haber pagado por todo el material existente (material deportivo, colchones, comando técnico, etc.): “El club no apoyaba en el presupuesto, no nos asignó ni un sol, ni tenía interés en formar a los menores”, señala.
Según indica, el equipo de Reserva estaba “tercerizado”, es decir, el club Santos FC no tenía responsabilidad alguna ni interés en apoyar al equipo. Por lo que, en sus propias palabras, Germain tuvo que tomar las riendas: “Si lo quieres resumir, apagamos el incendio, que era la necesidad de que el club tenga una Reserva y punto. No nos dejaron hacer nada más”.
Sin alimentación no hay rendimiento
De acuerdo con el nutricionista especializado en deportes, Ernesto Godoy, la alimentación que recibía Aldo era insuficiente y pudo haberle causado daños severos: “Esa estrategia nutricional es terrible. Una galleta y gelatina son de pésima calidad para un deportista, no puede consumir este tipo de alimentos, porque el entrenamiento es muy demandante y el deportista no podrá rendir (…) se afecta la masa muscular, el sistema nervioso, tendones, ligamentos, etc.”.
Menciona que aquel casi desmayo del jugador no solo se debe a la pésima alimentación, sino también a “la pérdida de agua, porque en temperaturas altas, se sabe que la deshidratación es mayor y cuando sucede, el deportista siente vértigos, mareos, se desvanece, etc.”.
En el equipo de Reserva de Santos FC de Nazca no existía asesoría nutricional alguna y, como se mencionó antes, incluso los propios jugadores empezaron a cocinarse para poder suplir y combatir el hambre por no comer adecuadamente.

Un estudio de jugadores juveniles en Argentina realizado por Holway, F et al. destaca la ingesta de alimentos del deportista por día: “Varía desde 2.352 kcal hasta 3.952 kcal. Una explicación a esta gran variabilidad se corresponde con las características de los sujetos evaluados, en un rango de edades que va desde los 13 hasta los 21 años”. Situación que en el caso de Aldo no sucedía.
“Los jóvenes futbolistas que tienen una buena alimentación, un buen descanso, se les hace controles nutricionales, se les ve si el peso está en los rangos adecuados, si tienen controlado su porcentaje de grasa con cierta frecuencia, tienen más probabilidades de desempeñarse mejor en el deporte”, agrega el nutricionista.
“No recibí ninguna dieta. Ni nutricionista teníamos en el equipo”, declara Aldo.
Aldo conoce muy bien la situación del fútbol de menores en nuestro país. Son pocos los equipos que brindan un proyecto correcto para los jóvenes futbolistas. Sin embargo, con el fin de lograr ese sueño, al que sus compañeros de colegio llamaron “loco”, estuvo dispuesto a pasar por este maltrato.
La psicología del futbolista peruano
La situación se agrava pues también la salud mental es afectada en este tipo de situaciones. Aldo vivía en un lugar en el que sus propios compañeros se robaban las cosas entre ellos. Como menciona el preparador físico José Luis Gonzáles: “Se supone que teníamos que vivir en tranquilidad, no con intranquilidad”.
Aún peor, pues el espacio en el que vivían no era el adecuado. “Si bien es cierto que en algunos equipos los jugadores viven en camarotes, nunca vi algo así. La falta de higiene y el hecho de que se perdían cosas, o que algunos jugadores llegaban tarde de trabajar para poder pagar su mensualidad, son hechos que no dejaban descansar a los demás compañeros”, lamenta Gonzáles.

“Llegó un momento en el que todo tuvo que estallar, cuando se perdían cosas (en la casa hogar). Lo fundamental en un equipo es que todos debamos ser una familia, ante todo. Y eso no se percibía en donde vivíamos”.
De acuerdo con Jennyfer Cóndor, psicóloga deportiva, la atención psicológica del deportista es tan importante como su estado físico, pues el jugador debe sentirse bien para rendir bien. Con cierta pena, Aldo recalca lo siguiente: “Nunca tuvimos citas con la señorita Marisela (psicóloga del equipo), pues no se encontraba en la casa”.
“Fue la experiencia más difícil que me ha tocado vivir en lo futbolístico. Ha sido el año más complicado de mi vida”.
Según indica Cóndor, un equipo debe tener dentro de su plan de trabajo, en el microciclo o macrociclo, un trabajo psicológico. “Se deberían abordar temas como cohesión grupal, identidades de equipo, motivación, concentración, la comunicación en el vestuario, etc.”.
Algunos antecedentes que someten al fútbol de menores
En el año 2020, la Federación de Periodistas del Perú difundió una denuncia pública contra el jefe de equipo del Club Deportivo Binacional (Puno), Richard Muñoz, por supuestos sobornos a jugadores que deseaban jugar en el equipo de Reserva. A través de conversaciones de WhatsApp, se observa la supuesta petición de S/. 8000 del entonces dirigente a cambio de un cupo en el equipo.
Días después de la denuncia pública, el entonces presidente del club, Juan Aquino, emitió un comunicado indicando la separación del señor Richard Muñoz del equipo.


En el mismo año, el jugador Joe Gómez que viajó a Cajamarca para jugar en el equipo UTC, denunció un supuesto cobro de S/. 4000 a cambio de jugar en el equipo de Reserva, en aquella ocasión la denuncia pública fue interpuesta en contra de Paul Medina.
Días después, el propio club emitió un comunicado indicando que el señor Medina no tenía ningún vínculo laboral con el equipo.

La problemática que arrastra la Federación Peruana de Fútbol
Ernesto Arakaki, ex director de la Unidad Técnica de Menores de la FPF, reconoce que la institución sabe de la problemática, costos y sacrificios que viven muchos jugadores en formación: “Hay muchos chicos que tienen que viajar a provincia, o venir de provincia a Lima y asumir la inversión, es una problemática recurrente (…) En la formación de jugadores queremos que todo nos dé la FPF, pero debería ser un compromiso también de los clubes”.
Es penoso observar que muchos clubes, como fue el caso del Santos FC, no se preocupen por el desarrollo ni bienestar de los jugadores menores: “Los entrenadores de menores no son bien calificados ni remunerados. En otros países, este entrenador gana un buen sueldo porque se dedica solamente a formar. Acá los clubes solo se preocupan en los resultados y no en la formación de los jugadores”, reclama Germán Pinillos.
José Bustamante, encargado de la organización de los torneos de menores de la FPF, indica cuáles son las exigencias que se les pide a los equipos para participar en los torneos: “Primero, infraestructura, es decir, los campos de juego. También parámetros mínimos como contar con ambulancias, o que los jugadores pasen por exámenes médicos rigurosos, etc. (…) “Cada club tiene el deber de enviar un informe con la situación del equipo tras cada partido”.
Sin embargo, estos supuestos parámetros no son el reflejo de los tantos casos de malos tratos que viven jugadores como Aldo, y parece que existiera una falta de cuidado por parte del órgano encargado hacia los jugadores menores.
Pamela Ríos aclara: “La FPF no hace el seguimiento, pues solo se les presta atención a los equipos profesionales. Algunos jugadores de Reserva de Alianza Lima, me indicaron que iban a sus entrenamientos sin tomar desayuno, y que no sabían de la existencia de una adecuada alimentación antes de llegar al club”.
Según el artículo 1° de la Ley N° 29571, que vela por la protección y defensa del consumidor, se debe proteger de los productos y servicios que en condiciones normales o previsibles presenten riesgo o peligro para la vida, salud e integridad física. En el caso de Aldo, el “servicio” le ocasionó daños físicos como aquel desmayo, y su integridad se vio constantemente comprometida.
Una solución es la denuncia ante Indecopi (Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual), ya que, si bien los deportistas por no tener un contrato remunerado no son considerados como trabajadores del club, sí pagaban por servicios de alimentación, vivienda y entrenamiento, amparados dentro del derecho del consumidor.
Hoy en día, Aldo juega en un equipo de Copa Perú (división amateur del fútbol, cuyo campeón llega al fútbol profesional de manera directa) en el que recibe una paga con la que apoya a la economía familiar, aunque, al igual que todo equipo que no pertenece al fútbol profesional, no tiene certeza de cuándo acabará su participación, ni reclamo alguno al no tener un contrato que asegure su paga. Aunque el año pasado fue el más difícil de su vida, reconoce que aprendió de aquellos malos momentos, y que no sería capaz de aceptarlos nuevamente.
“Me identifico con este club, cuando me toca jugar doy lo mejor de mí y me siento muy cómodo porque también estoy cerca mi familia. Me dan un trato muy similar al de un profesional”, señala Aldo, que aunque no esté en el fútbol profesional, siente la felicidad de realizar el deporte que le encanta, y con la esperanza de volver al profesionalismo, sueño de muchos jóvenes deportistas en nuestro país que pasan seguramente por condiciones iguales o peores que Aldo.
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