
Lo que comenzó como un secreto a voces en Hollywood ha cruzado fronteras y aterrizado en Perú: el uso de medicamentos como Ozempic y Saxenda, diseñados originalmente para tratar la diabetes tipo 2, se ha convertido en una solución fácil y rápida para perder peso. Pero ¿a qué costo?
Hoy en día, estos inyectables parecen más un accesorio de moda que un tratamiento médico. Su popularización ha fomentado la peligrosa idea de que el cuerpo puede –y debe— ser moldeado para cumplir estándares de belleza irreales. Esta tendencia preocupante refuerza la mentalidad detrás de los trastornos alimenticios, pues en la obsesión por lo superficial, poco importa el impacto real sobre la salud.
Y es que aún se desconocen los efectos a largo plazo del uso estético de estos medicamentos. Lo que sí se ha comprobado son sus alarmantes efectos adversos: problemas gastrointestinales, insuficiencia renal, cáncer de tiroides, pancreatitis, e incluso trastornos de salud mental como estrés, depresión y ansiedad.

En un país como Perú, donde no hay suficiente información sobre salud integral ni acceso seguro a programas de nutrición y actividad física, esta moda estética desvía la atención de graves problemas estructurales como la falta de educación en hábitos saludables y la aceptación de una diversidad corporal similar al movimiento body positive.
Además, el costo real de este procedimiento es casi tan excluyente como sus estándares. Con precios que rondan los 300 soles por inyectable (de Saxenda, en Perú), queda claro que es una opción más accesible para sectores económicamente acomodados. Así, se mantiene la idea de la delgadez como símbolo de éxito y atractivo, sin considerar que la realidad del Perú —con su diversidad corporal, desigualdad económica y retos en salud pública— es muy distinta a este ideal.
Por si fuera poco, el impacto no se limita a lo estético. En un país con alta prevalencia de diabetes tipo 2 y escasos recursos para su tratamiento, esta moda podría generar una escasez mayor de medicamentos para quienes realmente lo necesitan. Ya se ha comprobado un incremento de precio de estos fármacos a nivel mundial y podría repetirse la tendencia en Perú, afectando gravemente los pacientes diabéticos que dependen de ellos.
Cabe preguntarse, entonces, por la responsabilidad ética de quienes promueven el uso estético de estos medicamentos. Desde las celebridades que los popularizan hasta la industria farmacéutica que se beneficia de su venta, todos juegan un papel en la promoción de lo superficial.
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